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martes, 14 de julio de 2009
Góndolas en la Plaza Nueva
S. Calleja
EL novelista y Premio Nacional
Luis de Castresana, plasmó en sus
relatos y artículos una sentida y
afectuosa imagen del Bilbao de la
letra menuda de mediados del siglo
XX: sus humildes boteros, tertulianos,
oficinistas... Lo hizo en
sus cuentos y sus habituales colaboraciones
en la prensa local y foránea,
como en el suplemento
que, dedicado a Calles y Plazas de
España, editó en 1973 la revista
Blanco y Negro, del que hemos
extraído estos párrafos alusivos a
la plaza Nueva.
“El Bilbao auténtico, bochero y
emocional, se sintetiza perfecta -
mente en este casco viejo, en estas
primitivas siete calles que en rea -
lidad son hoy diecitantas. Porque
cuando se dice ‘Las Siete Calles’,
los bilbainos sobreentendemos
que se alude, de manera global, al
Casco Viejo. Y éste es el verdade -
ro corazón del Bilbao, que a lo
largo de los años ha ido buscando
su ensanche, saltando la Ría de
orilla a orilla sobre los puentes y
llenando de enjambres urbanos
las laderas del Pagasarri, de Ar -
chanda y de Begoña. Todo es Bil -
bao. Pero el Bilbao por antono -
masia, el Bilbao que marca el
pulso de la Villa, que une al ayer
con el hoy y el mañana, ha sido,
es y será siempre este Bilbao chi -
quito y entrañable de las Siete
Calles.
En este itinerario del Casco
Viejo, ¿cómo olvidar la import a n -
cia y el encanto que la plaza Nue -
va conserva hoy todavía en toda
su vigencia y que alcanzó su me -
jor estatura en el Bilbao decimo -
nónico? Durante unos días, el in -
genio bilbaino de la época llegó
incluso a transformar esta her -
mosa plaza en una especie de...
‘canal’ veneciano. Se llenó de
agua, y sobre ella navegaron las
góndolas con sus improvisados
pasajeros románticos. Aquí tuvo
su sede la Diputación de Vizcaya
antes de trasladarse al edificio
palaciego que hoy ocupa en la
Gran Vía; aquí paseó y soñó Mi -
guel de Unamuno; aquí se cele -
braron bailes públicos y concier -
tos. Todavía se celebran alguna
vez, en fechas señaladas concier -
tos de chistu. Recoleta y evocado -
ra plaza Nueva, con su quiosco y
sus soportales, sus librerías y tien -
das diversas, con sus colegios y
sus bandadas de niños revolotean -
do en las horas de recreo. Añádan -
se los domingos por la mañana, su
alegre mercado de peces y pájaros
y sus animados corrillos de co -
mercio e intercambio filatélico.
Aquí, en esta plaza Nueva, estu -
vo en los años románticos el famo -
so Café de Iberia, en el que el pro -
pio José Mª de Iparr a g u i rre dio a
conocer al público bilbaino, en
1855, su célebre Gernika’ko Arbo -
la. Aquí, en fin, se alzó la popular
Peluquería de Carbonell, que el
inolvidable pintor del siglo XIX,
bilbaino, Manuel Losada, recogió
en uno de sus pasteles.
(…) Porque esto tiene de hermo -
so y de vital el casco Viejo de Bil -
bao: y es que tras los nombres, y
las fechas, y los datos de ‘la letra
grande’ de la historia de Bilbao,
está también, jovial, activa y po -
derosa, la ‘letra menuda’ de su
pequeña historia. Y de ella emer -
ge a todo lo largo y lo ancho del
Casco Viejo la caliente huella di -
gital de las generaciones de bil -
bainos que, en el transcurso del
tiempo, cachito a cachito, palmo a
palmo y día a día, hicieron de esta
Villa el Bilbao que es hoy. Le die -
ron, además de su estatura y po -
derío, identidad: su carácter bo -
chero, su raíz y su sal de vida. Y
esto es algo que permanece laten -
te, esto es algo que se sugiere, que
se respira, que se vive en el Casco
Viejo.
Bilbao ha cambiado de piel, pe -
ro no de alma. Y, empleando una
frase un tanto solemne y enfática,
yo diría que esta alma bilbaina,
esta alma bochera, está guarda -
da, vital, activa, inconfundible, en
este gran relicario callejero y
emocional de la Villa que es el
Caso Vi e j o”.
Luis de Castresana,
El Bilbao chiquito y entrañable
del Casco Viejo, 1973
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