lunes, 29 de junio de 2009

Ocurrió en el Boulevard. El Correo

Ocurrió en el Boulevard. El Correo: "VIZCAYA

Ocurrió en el Boulevard

'Vidas de un café' rinde homenaje al histórico establecimiento bilbaíno cerrado en 2006. Personas conocidas y anónimas desgranan las historias surgidas en su interior

LUIS GÓMEZ BILBAO

Ocurrió en el Boulevard

Robert Capa plasmó el Boulevard en tiempos bélicos. Fue un lugar para bailar del modo más apasionado.

«Solíamos sentarnos al fondo. Ella era mi heroína», evoca Juanjo San Sebastián
«Iba al Boulevard a que mi padre me diera la paga», recuerda Ramón Barea
Aunque selló su muerte el Día de Difuntos de 2006, el Boulevard sigue vivo en la memoria de miles de ciudadanos. Nadie pierde la esperanza de que el histórico café, fundado en 1871 por la familia Pérez Yarza, reabra sus puertas. A raíz de su cierre, la comparsa Moskotarrak promovió una campaña de firmas en apoyo de la actividad del local, famoso por sus estucos, mármoles y vidrieras emplomadas, y sus relámpagos de nata. Como decía Miguel de Unamuno, era ese lugar donde la gente se encontraba porque se citaba, pero también porque muchos se citaban tras encontrarse en él. En un mes recabaron 15.000 testimonios de apoyo. Algunas de esas 'perlas' aparecen recogidas ahora en 'Boulevard. Vidas de un café'.
Un hervidero de historias, en realidad, donde cada cual protagonizó la suya. Al escritor Juan Bas le trae recuerdos de su infancia -«En los espejos del Café Boulevard me veo reflejado de niño. Quisiera seguir haciéndolo»- y para Javier, gerente de Librería Cámara, siempre será el punto de encuentro cada vez que queda con algún amigo. «Aunque esté cerrado, quedamos en su acera, pero la espera ya no es ni cálida ni acogedora», escribió. Algo parecido le sucedía al 'Michelin' Fernando Canales: «En una época en la que no había móvil, el sitio de quedar era de capital importancia. Marcó mi juventud», relató el cocinero.
El Boulevard se impregnó en la piel de la ciudad. Incluso en los peores momentos. En plena contienda bélica, el fotógrafo Robert Capa inmortalizó una imagen grabada en la memoria de Ion Irazabal, investigador de la Guerra Civil: «Capa dejó el vaso sobre el mostrador, cogió la cámara, se lanzó a la calle... Frente a él, esa madre y esa niña, les apunta y ... klik».
Pero el Café de El Arenal fue una explosión de amor. Para la escritora Toti Martínez de Lezea -«Es parte de mi memoria: exámenes, novio y después marido...»- y también para Antonio Basagoiti, presidente del PP del País Vasco -«Solía quedar en el Boulevard con una novia algorteña, con la que luego me acercaba a Bidebarrieta a hacer que estudiaba»-. El dibujante y escritor Juan Carlos Eguillor disfrutaba dentro como un simple voyeur -«Me gustaba ir allí a leer, a emborronar cuadernos con letras y dibujos y sobre todo... mirar a través de los cristales»- y el actor Ramón Barea sabía dónde podía encontrar a su padre -«Era abstemio, pero tomaba café. Café en el Café. Así que los domingos yo iba a que me diera la paga al Boulevard para poder después ir al cine. Seguramente por eso celebré mi boda con los amigos en el piso del arriba del 'Bule'»-.
El montañero Juanjo San Sebastián encontró entre sus paredes lo más parecido a una cosa llamada amor -«Solíamos sentarnos al fondo, en las antípodas de la puerta. Ella era algo mayor que yo. Había estado en la cárcel. Era mi heroína. De sus labios, que nunca rocé, brotaban mundos desconocidos. Por eso nunca supe si me había enamorado. Fue en el Boulevard»-, mientras que el diputado socialista Josu Montalbán descubrió un fascinante juego sensual en su interior -«Besos que se daban a la vez que se contemplaban en los espejos, caricias que rebotaban y se dibujaban, manos que se enlazaban y ensortijaban sus dedos bajo las mesas frías encendiendo fogatas para calentar las almas y las pasiones».
Mosto y pastel de arroz
Vistiendo aún pantalones cortos, los ediles Txema Oleaga y José Luis Sabas descubrieron distintos sabores. «Mi recuerdo más antiguo es de cuando tenía 4 ó 5 años y mi padre me invitó a un mosto», evoca el socialista. El peneuvista añora que de pequeños «nos acercábamos a tomar un chocolate con sus famosos pasteles de arroz. Era curioso que siempre te pusieran un vaso de agua fría con un azucarillo».
Pero, como dice el alcalde, Iñaki Azkuna, «nada es duradero», aunque a Marino Montero, relaciones públicas del café durante 17 años, su cierre le sigue doliendo como si le hubiesen «cercenado un miembro». También a gente anónima. Como al escocés Ian Anderson -«Sin el Boulevard, no me gustaría visitar la ciudad otra vez»-, Begoña Gil Alonso -«Durante año y medio vine a dar de mamar aquí a mi hijo recién nacido. ¿Puede haber un recuerdo más maravilloso»-, Rosa Miguel Galiente -«Aquí me enamoré y aquí celebré mi divorcio»-, Nariko Mori -«Debido a su interior 'Art-Decó' decidí estudiar arquitectura»-; y otros no tan anónimos, como la austriaca y premio Nobel de Literatura Elfriede Jelinek -«Si Viena, con toda su plétora de cafés, no se atreve ni quiere prescindir de ninguno, ¿cómo es que Bilbao se aventura a semejante temeridad?». En su firma de apoyo, Azkuna desliza un deseo: «Espero que en un tiempo razonable esté abierto»."